jueves, 16 de marzo de 2017

La Ventana. Relato inspirado en una foto de puesta de sol, para la "Tertulia Literaria Rayuela" de San Fernando, Cádiz.



Fernando me parece el relato muy bueno, precioso y bien escrito...
ENHORABUENA! !!
Ha sido una maravillosa sorpresa descubrir un talento más en ti.
Y perdóname el haber tardado tanto en leerlo. Ya se me había olvidado y haciendo limpieza de correos mientras tomaba un café lo encontré.
Mil besos.
     Ana de A. N.
       

Autora foto: Adelaida Bordés
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                                                                     LA VENTANA

El cuarto del Hostal "El pájaro Verde" que me procuraba hospedaje desde hacía décadas, aunando mi retiro trimestral tanto veraniego como creativo, lo tenía ya todo, desde una imprescindible ventana orientada a poniente, hasta un minibar, aire acondicionado y aparcamiento, lo que considero necesario e imprescindible en la costa de La Luz.
Sí, es cierto que al principio era un regalo y un remanso de paz, prácticamente desconocido, la habitación con pensión completa era apenas unas quinientas pesetas, aunque adolecía principalmente de aire acondicionado y de aparcamiento privado.
Posteriormente se amplió y reformó ante la demanda del boca a boca y la consecuente invasión de alemanes y otras razas rosadas , como ingleses y nórdicos, amén de, años más tarde, de nacionales al toparse con la crisis.
Los dueños. un matrimonio de Conil , Juan y Carmen, ayudados por sus dos hijas pequeñas,  que con mayor interés que eficacia, ahora expertas, cualificadas, mayores y con familia propia, atendían con gracia y amabilidad las habitaciones, la terraza, el comedor y la barra.
Ni que decir tiene que el Hostal se complementaba con otros alicientes como la exquisita cocina casera de mar y  tierra local, la excepcional belleza de sus arenales, los amaneceres de largos,  plácidos y saludables paseos, las puestas de sol de ensueño y en especial su silencio quebrado sólo por el romper de las olas , el graznido de las gaviotas o el silbar del levante.
Todo un paraíso para relajarse y escribir.
Ahora, ya a comienzos de este otoño primaveral mantenía la ventana cerrada hasta el atardecer, amparada de los rayos del sol más bajo y directo, momento de su apertura, lo que me procuraba al asomarme, y desde la cama, unas vistas maravillosas: Hileras de cañas de pescar clavadas en la arena, caballistas trotando por la orilla de la mar,  siluetas de naves recortadas en el horizonte y el vuelo siempre admirable de los pájaros, las charcas y riachuelos de las mareas altas,,,,  a la derecha el pueblo blanco de Conil con su serpenteante y pequeño río "Conilete", y a la izquierda, en su lejanía, se adivina el tombo de Gibraltar con su faro franqueado por la torre vigía al fin restaurada.
Cada vez que me asomaba me sentía como "La muchacha en la ventana" del cuadro de Dalí, con sus piés pequeñitos y sus tonos azules imitando los de la época de Picasso, o como si estuviese en el  "Hotel con Vistas" ,  de aquella excelente película...
Me tumbé, acababa el día, declinaba el sol, estaba cansada , obsesionada con terminar mi última novela histórica que mi editorial me requería por contrato, me había demorado especialmente por el calor tan extremo de este verano horríbilis, y que mi edad y origen soportaban cada vez peor peor... llevaba horas escribiendo en mi tablet, me sentí exangüe...

 A través de la ventana, abierta de par en par, empecé a divisar en la tenue e incipiente oscuridad una línea luminosa, como un desfile de procesionarias,,,,dando paso a una nube de mariposas monarcas fluorescentes,,,,  luego como una aparición del Samaín celta, otra procesión de gente con extrañas luces y rezos esotéricos: La Santa Compaña...
En la discoteca, bajo los efectos de las luces giratorias y flashes, veía a la gente deforme, me sentí abducida, su platillo era redondo y anaranjado... se me abrió el apetito, pedí comida, me dieron una sopa de "luz del mar" en Aponiente...
Una bola roja de fuego me deslumbraba, no veía nada alrededor, se acercó a gran velocidad y explotó en mi cara.
Pude por fin abrir los ojos, despertando del sueño profundo en que me vi sumida, y observé al sol en toda su opulencia y belleza en la ventana, acaparando en su ocaso colorido toda mi visión.

Fernando de Arnáiz Núñez
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