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V Festival Aéreo Internacional de Cádiz
Un espacio aéreo reservado en La Victoria, una circunstancia muy extraña pensarían los más reflexivos. Qué puede ocurrir en una capital tan tranquila como Cádiz para que un cierto tramo de algo tan público como es el cielo tenga que ser destinado a un uso concreto. Evidentemente no era un conflicto armado el que denegaba la entrada a aparatos voladores no identificados, a partir de aquí tranquilidad. El motivo no era otro que una muestra aérea de lo que son capaces de hacer varios pilotos con sus compañeros de fatigas, los aviones. Todo listo pues, la zona queda restringida para un uso eminentemente artístico y acrobático. El V Festival Aéreo listo para empezar.
Con extrema puntualidad podía observarse el primer ejemplar en acudir a la arena, el 'Cessna Bay Flight'. Una pequeña avioneta que inauguraba el escenario aéreo y calentaba el ambiente. En un principio había menos público que en otras ocasiones, la frialdad se dejaba notar en estos momentos iniciales. Y mientras la megafonía ofrecía publicidades relacionadas con el mundo de la aviación, alguno incluso bromeaba con acabar entrando en una academia de pilotaje para apaciguar los ánimos ante las turbulencias provocadas por el paro. Según fuentes municipales, 170.000 personas presenciaron el espectáculo aéreo, cerca de 60.000 menos que en la edición de 2011.
Turno para una escuadra andaluza, la formación Plus Ultra de Huelva. Una intervención que mantenía el ritmo del principio y era algo más liviano y plano para ir abriendo boca. Las avionetas realizaban tímidos movimientos pero que servían para que siguiera adelante el transcurso de la exhibición. Una de las cosas a tener en cuenta es que este tipo de aeronaves no posee la misma potencialidad que otras. La capital gaditana tiene la peculiaridad de ser una aficionada empedernida al humor, por ello la despedida de los onubenses quedó como una de las cosas más llamativas de la actuación de estos al retirarse de los cielos con un dicho muy popular de la ciudad.
Ahora sí, el autogiro entraba en escena. En principio este ejemplar debía emerger en primer lugar pero finalmente lo hizo en tercer lugar. La patente de Juan de La Cierva, precursora del helicóptero, iniciaba un sentido más rítmico de las piruetas. Vuelos laterales, en espiral, giros esperpénticos, durante los diez minutos que estuvo este ejemplar en el aire. Una tecnología exportadora para orgullo de los más patrios.
Los aplausos seguían sin ser atronadores y la mañana no era ni mucho menos fría, simplemente el público no terminaba de engancharse.
Un conocido regresaba horas después a la palestra, Luca Salvadori. El italiano la tarde anterior había presentado su recetario de artimañas para sortear a las nubes aunque sin mostrar todas sus cartas. Esta vez sí era el momento de enseñar todo el potencial. Uno de sus movimientos repetidos hasta la saciedad consistía en una rueda de toneles, acrobacia complicada en caso de que el viento arrecie. La cara y la cruz de esta aeronave apenas podía diferenciarse desde tierra por el continuo dinamismo imprimido.
El clasicismo se hacía paso con la llegada de los ejemplares de la Fundación Infante de Orleans. Un T6, un Texas y la Saeta conformaban un escuadrón muy vistoso al son de una música de época. El ronroneo de los motores antiguos protagonizaba el discurrir por los aires gaditanos de estos tres aviones que se perdían en ciertas ocasiones alternando entre un espectáculo de aviación colectivo y otro individual. El T-6 de color amarillo resultaba vistoso debido a la intensa luz de mediodía.
Los paracaidistas 'Extreme' poco a poco fueron bajando hasta llegar a una altura media en la que adquirían una velocidad endiablada para suavizar el ritmo justo antes de entrar en contacto con la superficie. Un efecto de descontrol muy conseguido, sin anécdotas que contar esta vez.
El piloto Jorge Macías era el siguiente en destapar sus dotes aeronáuticas a los gaditanos. Esta actuación bien podría entenderse como un intento de desafiar a la atmósfera e incluso rebasar los límites del firmamento, ya que el aviador obligó a mirar hacia arriba más de la cuenta. Poco más de una hora de espectáculo y continuaba la zozobra generalizada, el espectáculo no terminaba de enganchar. La tendencia monótona comenzó a cambiar cuando varios niños por megafonía encargaron piruetas con nombres tan peculiares como 'abracadabra', 'imperator' y ya por último un 'looping', más conocido por las personas no especializadas en este campo.
A las doce y media de la mañana, La Victoria presentaba una mayor cantidad de público. A su vez el Pionner Team, con las pilas recargadas del día anterior, entraba en escena y marcaba un antes y un después en la exhibición aérea. La elegancia de esta escuadra transalpina se entremezclaba con una música escogida específicamente para este equipo. Cruces de dos aviones contra uno, fuegos artificiales, esta cuadrilla civil impregnaba de esteticismo la cita. Además de que el evento cambiaba de color por la mejoría, también lo hacía literalmente ya que uno de los momentos más emocionantes se vivió con los colores de la bandera italiana mientras sonaba una bella sintonía. En estos momentos sobre la zona reservada de playa frente al hotel Playa unos operarios regaban la superficie arenosa sin saberse en ese instante para qué. En el horizonte un submarino de las fuerzas holandesas se dejaba ver en un paisaje repleto de pequeños veleros.
Salvamento Marítimo también dejó su impronta en este festival. Al mismo tiempo Miguel Puertas, comandante jefe de la Patrulla Águila, manifestaba la buena organización del festival. "El sitio es fantástico, las referencias son muy buenas, la línea de costa se puede visualizar bien y es más fácil posicionarse para realizar las acrobacias", comentaba. Las características del litoral gaditano hacen de este festival uno de los más potentes para el gusto de Miguel que espera que perdure en el tiempo esta cita hasta el punto de erigirse como tradición.
Ramón Alonso es el nombre del piloto que pondría sobre el firmamento gaditano las piruetas más vivaces del día. Espirales delirantes hacia arriba y hacia abajo desencandenando una hilera de humo en esta intervención.
El toque singular de la puesta en escena aeronáutica habló francés. La patrulla Reva añadía esa variedad exigible en un evento de tan larga duración. Aviones como de otro planeta en formación de bandada de pájaros realizaban cruces técnicos con una óptima coordinación que reafirmaban el nivel 'in crescendo' de esta edición del festival.
Los helicópteros de la Armada llegaron después escoltando al siempre imponente Harrier. Un vuelo muy bajo para que hombres desembarcaran en tierra para hacer un simulacro de misión. Quizás el momento más interesante y llamativo. A todo esto, el riego de los operarios buscaba que la tormenta de arena provocada por la acción de las hélices no fuera a mayores y aún así ver esta recreación costó morder granos de arena a más de uno. Una cuerda recogió a los militares para dar paso al ensordecedor ruido del Harrier que esta vez roció de agua al público creando torbellinos en el mar, el público lo agradeció. Los decibelios subían y un diálogo con el de al lado era un imposible.
El F-16 holandés también regresaba y nuevamente no dejó a nadie indiferente. Acción y emoción para ir finiquitando esta edición del festival.
Una pausa de diez minutos antecedía a la llegada de las 'Águilas', el momento más esperado del día. Una exhibición de diez minutos de la Patrulla con formaciones en mirlo, flecha y póker deleitaron a los asistentes. El colofón de la bandera de España volvía un año más al cielo de Cádiz gracias a la Patrulla. Ahora sí, ovación de gala por toda la playa.
Una descafeinada edición en el año del Bicentenario. Un aspecto a mejorar sería intercalar intervenciones llamativas con otras más planas.