A mediados del mes serían rescatados los mineros atrapados en mina en Chile.
Taladran día y noche, mueven máquinas, remueven piedras y siguen horadando los 702 metros de roca que los separan de la vida de los 33 mineros chilenos atrapados hace 61 días en la mina de San José, en Chile. Y, sin embargo, los directores de las tres máquinas de rescate no pueden perforar el tiempo.
"Hombre, yo siento pena, angustia, por no poder ir más rápido. Es una situación desesperante para ellos, para mí, y saber que les quedan muchos más días allá", dice el ingeniero Gastón Pinilla, quien tiene a sus espaldas el plan A del rescate, la perforadora Strata 950, que sufrió un daño técnico y está parada hasta mañana.
Su angustia tiene medida: la máquina sólo puede excavar 25 metros por día, y es la vía de escape en caso de que algo salga mal con los otros planes de evacuación de los mineros.
El Gobierno anunció el sábado que el rescate anunciado, inicialmente, para noviembre se hará a mediados de este mes, gracias a los avances del plan B de rescate, la máquina T-130. Felipe Matthews es, precisamente, quien dirige esta perforadora y, como él dice, es "el privilegiado de ayudar a resucitar a los 33 mineros".
Llegó a los mineros
Hace dos semanas (el 18 de septiembre) vivió uno de los momentos más emocionantes de su vida cuando la máquina entró en contacto con los atrapados. Desde adentro ellos gritaban de felicidad cuando un cabezal de rodillos apareció entre la roca en medio de agua. "Son las 10:25. Es la emoción más grande. Gracias, compañeros, que han sacrificado sus días, sus horas que pueden estar con sus familias. Chi chi chi le le le" gritaron ante una cámara.
El agradecimiento se sintió arriba donde Matthews, geólogo, de 49 años, está seguro de que este trabajo es de "lejos", el más importante de su vida. "Ya me siento pagado", decía por teléfono, mientras se oían pitos de una máquina con la que celebraban haber llegado hasta el taller de mecánica de la mina, aledaño al refugio. Lleva 428 metros, de 630 que debe perforar.
Matthews no es un hombre religioso pero dice que no se necesitaba un milagro sino un milagrón. Se le ha cumplido. Junto a su coequipero Wálter Bellis dirigió la sonda que se usó para hallar a los atrapados y que, el 22 de agosto, llegó al refugio y le mostró al mundo que estaban vivos.
"Pucha, en ese momento sentíamos miedo, ¡Cómo sería la frustración de encontrarlos 12 horas tarde y muertos de hambre o de sed!", dice.
Su equipo es el más avanzado, pero el trabajo es en todos los frentes. También está funcionando el plan C, una gigantesca máquina petrolera Rig 421, que ha perforado 204 metros de profundidad.
La dirige Óscar Castro Rivera, nacido en Copiapó, y vecino de tres de los mineros atrapados. Está allí desde la etapa del sondaje, cuando no sabían si los 'viejitos' estaban bien. Los tres jefes de las perforadoras hablan de estrés pero no admiten sentir miedo. Están formados entre máquinas y ese es un sentimiento que poco se permiten. Pero no han podido escapar a ellos.
Un día, cuando Eliodoro Galleguillo, hermano de uno de los atrapados, subió a la torre de la perforadora Strata y puso una bandera chilena en lo más alto, al recio Gastón Pinilla se le escapó una lágrima. La escondió pronto y se tragó las que venían en camino.
"Soy un minero. Tenía que ponerme a trabajar para sacar a los 33 viejitos que están allá abajo", dice.
Él, no sólo dirige a sudafricanos, canadienses y gringos. También, la mitad de los hombres que no entraron a la mina el día del accidente ayudan en el rescate. Entre ellos está Galleguillo.
Los mineros de San José se llaman entre ellos 'Niños' y 'Viejitos', con una ternura que cambia el tono de sus palabras fuertes. Son hombres que entran jóvenes a las minas pero por fuera cargan en sus manos la dureza de la vida a metros de profundidad.
La vida, riqueza de la mina
Un día de labores para los rescatistas comienza a las 6 de la mañana y va hasta la 1 de la madrugada, aunque hacen turnos con otros jefes técnicos de rescate. Están coordinados por André Sougarret y René Aguilar, quienes hablan con la prensa. "Dormimos 4 horas y seguimos", cuenta Castro.
Pinilla, Matthews y Castro tienen experiencia de 20 años, como ingenieros de minas, civiles o geólogos y son conocidos de la universidad y de la 'familia de la minería'. Algunos trabajan en la empresa estatal de minería, Codelco, y otros en Geoatacama.
Cada mañana se reúnen para hablar de los avances, darse ideas y un abrazo final para comenzar la faena. Luego, lo mismo para todos: dirigir, coordinar, perfora, comer pollo o arroz frío encima de un contenedor y, luego, seguir. No lo admiten, pero hay una sana competencia entre ellos. Quieren ser los primeros en llegar hasta los mineros.
Cada uno se aferra a algo: el primero, a su bandera, el otro a la mística y a los milagrones que vienen ocurriendo y el último a los rostros de sus tres amigos que desde allá adentro confían en él y en todos los que se mueven para quitárselos a las entrañas de la mina.
"Es que uno siempre saca riqueza de un yacimiento pero, esta vez, la mayor riqueza que sacaremos es la vida", dice Castro.
Detalles del megaoperativo en la superficie
Un enfermero de la Armada será el primero en descender al fondo de la mina en la cápsula Fénix en la que resctarán a los 33 mineros. Le pondrá el arnés al primero de ellos, que será subido por una grúa cuyo cable fue importado desde Alemania.
En la superficie, cada minero será llevado en ambulancia a unos módulos de atención médica primaria.
Una vez estabilizados, podrán reencontrarse con sus familias en otro módulo dispuesto por el Gobierno.
Hay dos helipuertos y dos helicópteros para trasladarlos al hospital más cercano en Copiapó, a 12 minutos de la mina.
Según el ministro de Salud, Jaime Mañalich, los mineros pasarán las primeras 48 horas en ese hospital "para descartar lesiones oculares, para que les tomen radiografías de tórax y se les hagan evaluaciones dentales y de posibles afecciones en la piel".
(Artículo de El Tiempo)
Taladran día y noche, mueven máquinas, remueven piedras y siguen horadando los 702 metros de roca que los separan de la vida de los 33 mineros chilenos atrapados hace 61 días en la mina de San José, en Chile. Y, sin embargo, los directores de las tres máquinas de rescate no pueden perforar el tiempo.
"Hombre, yo siento pena, angustia, por no poder ir más rápido. Es una situación desesperante para ellos, para mí, y saber que les quedan muchos más días allá", dice el ingeniero Gastón Pinilla, quien tiene a sus espaldas el plan A del rescate, la perforadora Strata 950, que sufrió un daño técnico y está parada hasta mañana.
Su angustia tiene medida: la máquina sólo puede excavar 25 metros por día, y es la vía de escape en caso de que algo salga mal con los otros planes de evacuación de los mineros.
El Gobierno anunció el sábado que el rescate anunciado, inicialmente, para noviembre se hará a mediados de este mes, gracias a los avances del plan B de rescate, la máquina T-130. Felipe Matthews es, precisamente, quien dirige esta perforadora y, como él dice, es "el privilegiado de ayudar a resucitar a los 33 mineros".
Llegó a los mineros
Hace dos semanas (el 18 de septiembre) vivió uno de los momentos más emocionantes de su vida cuando la máquina entró en contacto con los atrapados. Desde adentro ellos gritaban de felicidad cuando un cabezal de rodillos apareció entre la roca en medio de agua. "Son las 10:25. Es la emoción más grande. Gracias, compañeros, que han sacrificado sus días, sus horas que pueden estar con sus familias. Chi chi chi le le le" gritaron ante una cámara.
El agradecimiento se sintió arriba donde Matthews, geólogo, de 49 años, está seguro de que este trabajo es de "lejos", el más importante de su vida. "Ya me siento pagado", decía por teléfono, mientras se oían pitos de una máquina con la que celebraban haber llegado hasta el taller de mecánica de la mina, aledaño al refugio. Lleva 428 metros, de 630 que debe perforar.
Matthews no es un hombre religioso pero dice que no se necesitaba un milagro sino un milagrón. Se le ha cumplido. Junto a su coequipero Wálter Bellis dirigió la sonda que se usó para hallar a los atrapados y que, el 22 de agosto, llegó al refugio y le mostró al mundo que estaban vivos.
"Pucha, en ese momento sentíamos miedo, ¡Cómo sería la frustración de encontrarlos 12 horas tarde y muertos de hambre o de sed!", dice.
Su equipo es el más avanzado, pero el trabajo es en todos los frentes. También está funcionando el plan C, una gigantesca máquina petrolera Rig 421, que ha perforado 204 metros de profundidad.
La dirige Óscar Castro Rivera, nacido en Copiapó, y vecino de tres de los mineros atrapados. Está allí desde la etapa del sondaje, cuando no sabían si los 'viejitos' estaban bien. Los tres jefes de las perforadoras hablan de estrés pero no admiten sentir miedo. Están formados entre máquinas y ese es un sentimiento que poco se permiten. Pero no han podido escapar a ellos.
Un día, cuando Eliodoro Galleguillo, hermano de uno de los atrapados, subió a la torre de la perforadora Strata y puso una bandera chilena en lo más alto, al recio Gastón Pinilla se le escapó una lágrima. La escondió pronto y se tragó las que venían en camino.
"Soy un minero. Tenía que ponerme a trabajar para sacar a los 33 viejitos que están allá abajo", dice.
Él, no sólo dirige a sudafricanos, canadienses y gringos. También, la mitad de los hombres que no entraron a la mina el día del accidente ayudan en el rescate. Entre ellos está Galleguillo.
Los mineros de San José se llaman entre ellos 'Niños' y 'Viejitos', con una ternura que cambia el tono de sus palabras fuertes. Son hombres que entran jóvenes a las minas pero por fuera cargan en sus manos la dureza de la vida a metros de profundidad.
La vida, riqueza de la mina
Un día de labores para los rescatistas comienza a las 6 de la mañana y va hasta la 1 de la madrugada, aunque hacen turnos con otros jefes técnicos de rescate. Están coordinados por André Sougarret y René Aguilar, quienes hablan con la prensa. "Dormimos 4 horas y seguimos", cuenta Castro.
Pinilla, Matthews y Castro tienen experiencia de 20 años, como ingenieros de minas, civiles o geólogos y son conocidos de la universidad y de la 'familia de la minería'. Algunos trabajan en la empresa estatal de minería, Codelco, y otros en Geoatacama.
Cada mañana se reúnen para hablar de los avances, darse ideas y un abrazo final para comenzar la faena. Luego, lo mismo para todos: dirigir, coordinar, perfora, comer pollo o arroz frío encima de un contenedor y, luego, seguir. No lo admiten, pero hay una sana competencia entre ellos. Quieren ser los primeros en llegar hasta los mineros.
Cada uno se aferra a algo: el primero, a su bandera, el otro a la mística y a los milagrones que vienen ocurriendo y el último a los rostros de sus tres amigos que desde allá adentro confían en él y en todos los que se mueven para quitárselos a las entrañas de la mina.
"Es que uno siempre saca riqueza de un yacimiento pero, esta vez, la mayor riqueza que sacaremos es la vida", dice Castro.
Detalles del megaoperativo en la superficie
Un enfermero de la Armada será el primero en descender al fondo de la mina en la cápsula Fénix en la que resctarán a los 33 mineros. Le pondrá el arnés al primero de ellos, que será subido por una grúa cuyo cable fue importado desde Alemania.
En la superficie, cada minero será llevado en ambulancia a unos módulos de atención médica primaria.
Una vez estabilizados, podrán reencontrarse con sus familias en otro módulo dispuesto por el Gobierno.
Hay dos helipuertos y dos helicópteros para trasladarlos al hospital más cercano en Copiapó, a 12 minutos de la mina.
Según el ministro de Salud, Jaime Mañalich, los mineros pasarán las primeras 48 horas en ese hospital "para descartar lesiones oculares, para que les tomen radiografías de tórax y se les hagan evaluaciones dentales y de posibles afecciones en la piel".
(Artículo de El Tiempo)
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